Magnetismo y gravedad.

magnetismo,gravedad,demostracion.

sábado, 23 de abril de 2011

De jardinero del eden a capitalista.



¿Por qué Dios creó al hombre? Yo no encuentro otra respuesta que ésta: porque necesitaba un jardinero para su Edén. Y un detallito: ¿por qué llevó por nombre Adán? Porque Dios es muy aficionado a los mensajes subliminales, a los juegos de palabras y aquí la clave resulta tan simple que da risa: Adán lleva ese nombre porque, dicho al revés, arroja la palabra “nada”. Y eso quiso decirnos Dios: que somos una nada. Pero no lo hemos comprendido.


Así es, de los siete pecados capitales pienso que la soberbia es uno de los más frecuentados, fuente de errores pues sobreestimamos nuestras capacidades y poderes, y entonces es cuando perdemos como en la guerra.


Y eso se puso en evidencia desde muy antiguo. ¿Cómo sucedieron las cosas? Veamos. Con motivo del conflicto de la manzana, Adán y Eva tuvieron que dejar el Paraíso. Ahora bien, puestos en situación de dar o no el fatídico mordisco, ello implicó una elección: continuar siendo ignorantes e inmortales o bien cambiar a mortales y sabios. Sin entender cómo venía la jugada, Eva y Adán, llevada una por la tentación y el otro por la solidaridad de pareja, y tal vez ambos por la desobediencia debida de hijo a Padre, pasaron de la primera a la segunda alternativa, es decir, perdían la inmortalidad a cambio del acceso al saber, sin contar que ¡adiós, vida regalada del Edén!


Dan ganas de matarlos, qué par de tontos. En fin, como es sabido, el saber, lejos de traerle la paz, hace del hombre un ser desdichado. Lo registra el “Eclesiastés”, es parte de su filosofía. Lo dice el alma popular a través de un misérrimo campesino en “La guerra y la paz” de Tolstoi: “El hombre que piensa no es feliz”. Mantenerse en la ignorancia, en cambio, resulta sinónimo de dicha. Y en el caso, para siempre. Así, el paquetazo que le toco al hombre incluía, a más del saber, su inevitable desdicha, y la muerte.


¿Recuerdan la historia...?


Fue aquella historia de Eva, Adán y el Diablo bajo forma de serpiente. Cuando Dios desterró a la pareja del Edén, se agregó este castigo para Eva: estarás -le anunció- sujeta al dominio del hombre. Dios no era feminista y Eva ya había hecho sus primeras armas llevando a Adán a comer de la manzana prohibida. De modo que la mujer también se las traía. Dizque dominada por el hombre, desde entonces desarrolló su natural don de manejarlo sin que éste se diera cuenta.
Y castigados se fueron los dos a picar piedra a la Tierra. Y pasaron los milenios. ¿Y qué vino a ocurrir? A los descendientes de Eva y Adán les ha dado por hacer nuevas trampitas. A ver si como sabios reconquistan la inmortalidad perdida. Pero es una apuesta difícil como ninguna. A ver, recordemos. En el “Libro de la Sabiduría” del Antiguo Testamento, se dice: “Dios creó inmortal al hombre”. Y también: “por la envidia del Diablo entró la muerte al mundo”. Claro: éste estaba celoso de la obra de Dios, el perfecto Edén, y buscó dónde descargar la maldad: la pareja de humanos. A ellos Dios había recomendado: “del árbol del conocimiento del bien y del mal no comeréis; porque el día en que comiérais de él, moriríais sin remedio”. Y el astuto Diablo -que sabe doblemente: por Diablo y por viejo- comprendió que ahí podía meter una cuña. Y lo logró. Así, la elección de comer la manzana, además de lo dicho, significó decidirse entre obedecer o no al Padre, pues no se supone que la pareja identificara a Satanás bajo la piel de la víbora.
Y si es cierto que la intriga del Diablo en el Edén acabó logrando sus fines -así paga el Diablo-, tampoco Dios, después de la desobediencia, quería que Adán y Eva reconquistaran lo que al parecer ya había caducado, el original atributo de la inmortalidad: “no vaya a extender su mano (el hombre) para que tome todavía (los frutos) del árbol de la vida y comiendo (de ellos) viva para siempre.” Todo lo cual está así escrito en el “Génesis”. Y bien, Dios y el Diablo vinieron a coincidir, el primero dando un castigo, el segundo por la satisfacción de hacer daño.


La inmortalidad, amenaza mortal


Vemos así la multiplicidad de la elección del hombre: ignorancia e inmortalidad, por un lado y, por el otro, la sabiduría y la muerte; ello entraña decidirse entre la felicidad y la desdicha, entre el suave Edén y la áspera Tierra. Asimismo, optar por Dios o “lo Otro” que es el Diablo, elección que resulta a la vez moral: entre el bien y el mal, y que puede también entenderse como la desobediencia del hijo hacia el Padre, en tiempos en que Dios no estaba al tanto de la psicología familiar. Muy bien. Tal es el panorama. Pero hoy al hombre, decíamos, le ha dado por hacer trampitas. A ver si la ciencia le proporciona los medios para reconquistar la inmortalidad, y así eludir el castigo divino. Toda la ciencia, toda la sabiduría del hombre, en última instancia, a eso tienden: matar la muerte. Naturalmente, la Medicina. Pero, también el conjunto del conocimiento, la Física, para dar un ejemplo: la electricidad gobierna, sin cuyo manejo no hay aparatos para investigar el genoma humano, el cual parece camino promisorio para dar con las claves del prolongar la vida y ¿por qué no? reconquistar la inmortalidad. Pero no nos vaya a ocurrir lo que nos pasó con la energía nuclear: ha resultado muy efectiva... para el genocidio. Una fuente “inmortal” de energía, todavía no debidamente controlada en su uso pacífico, y la bomba.


Conclusiones


El jardinero del Edén devino ciudadano de la Tierra para quien el trabajo fue maldición. Y lo sigue siendo hoy, cuando en manos del hombre está producir el máximo de bienes con el mínimo de trabajo y sin embargo el abismo entre los hartos y las “bocas inútiles” no cesa de crecer en el mundo. Cuanto más poderosas son las fuerzas productivas, más desigual resulta la distribución de sus frutos. Por su parte, el universo se muestra proclive a un cierto diálogo, sin olvidar de prevenirnos sobre los límites del actuar humano. Cuando todo eso ocurre, la ciencia, las tecnologías, es una maravilla desplegarlas. Pero... sirven tanto a construir como a destruir.


El balance del siglo XX, que se proyecta al XXI, no resulta alentador para el hombre. Más le hubiera valido quedarse humildemente donde estaba, como jardinero del Edén y no devenir, ciego de soberbia, el administrador capitalista de la Tierra.

viernes, 15 de abril de 2011

Es solo Rock'n Roll.



WILLIAM Y MARGARET Young tuvieron ocho hijos, una niña y siete niños, todos nacidos en Glasgow, Escocia. En la década del `50, en los duros años de desempleo, la única hija mujer, también llamada Margaret, divulgó entre sus hermanos la música que estaba de moda, como forma de distraerse de los apremios económicos que sufría la familia. Varios de sus hermanos comenzaron a tocar instrumentos, lo que no fue bien visto por el padre, que lo consideraba una pérdida de tiempo. Ante el desolador panorama, la familia emigró a Sidney gracias a las diez libras que ofrecía el gobierno australiano a quienes quisieran iniciar una nueva vida. El padre suponía que en Australia los furores musicales de sus hijos se apagarían, pero se equivocó. A partir del segundo lustro de los `50 el rock también hacía furor en aquellas tierras.

Varios de los hermanos intentaron dedicarse a la música como forma de ganarse la vida. A comienzo de los sesenta Alex consiguió trabajo en Alemania. Tocó el bajo y saxo con Tony Sheridan y, años después, en Londres se empleó como compositor para la división editorial del sello Apple de Los Beatles. A los dieciocho años su hermano George conformó la banda los Easybeats que llegaron a tener algunos éxitos internacionales. George enseñó a tocar la guitarra eléctrica a los hermanos menores Malcolm y Angus. El primero ingresó a los Velvet Underground, que tenían el mismo nombre que la famosa banda norteamericana, mientras Angus, el benjamín de los Young, desde que recibió de Malcolm una vieja guitarra Höfner se pasaba todo el día tocando. Mientras otros escuchaban canciones pop, él intentaba sacar temas de Jimi Hendrix. Adicto a la leche chocolatada, tenía por costumbre no lavarse los dientes e impresionaba con su forma de tocar, dando saltos y moviendo su cabeza como si sufriera un ataque de epilepsia. Además se estaba transformando en un gran guitarrista.

Vuelta al origen. Durante 1972 Malcolm y Angus asistieron a un recital que dio Led Zepellin en Australia. Angus se sintió defraudado. La banda le pareció demasiado moderada y Plant cantaba sobre todo preocupado por menear sus caderas. También en esa época fue a un concierto de Marc Bolan junto a T. Rex, banda símbolo del glam rock. Cuando salió del recital pensó que ya nadie hacía rock "como Dios manda". En ese tiempo, tanto George como Malcolm estaban disconformes con sus grupos. Una luz brilló dentro de sus cabezas cuando en 1973 presenciaron un concierto de los Rolling Stones y entendieron la razón del descontento. Sus bandas habían perdido esa magia auténtica de tres acordes que lograban los Stones.

A fines de ese año se formó un nuevo grupo, aún sin nombre, con Malcolm en guitarra, Larry Van Kriedt en bajo, Colin Burgess en batería y el ex cantante de los Underground, Dave Evans. Malcolm propuso el ingreso de su hermano menor Angus lo que, luego de alguna resistencia, fue aceptado por el resto. En noviembre de 1973 adoptan el nombre AC/DC, palabra que vieron escrita en una vieja máquina de coser de su hermana Margaret, aunque otras versiones hablan de que dicha máquina era propiedad de la esposa de George. La sigla es la abreviación en inglés de la expresión corriente alterna/corriente continua, una buena forma de demostrar la fuerza que la banda quería tener.

El primero que se sorprendió fue el padre William, que auguró una corta vida al proyecto dado el carácter y las constantes peleas de sus hijos. George decidió ser una especie de consejero en las sombras. Tomó el lugar de la batería en un show, cuando un inoportuno desmayo atacó a Burgess. También compuso letras, intervino en la producción de álbumes y, más adelante, por un breve período, tocó el bajo en la banda. Era el respaldo que necesitaban sus hermanos menores. Malcolm ya era un sólido guitarrista. Su interés y destreza se fue desarrollando en la guitarra rítmica mientras tomaba para sí la función de organizador y sostén de la banda dejando a Angus la tarea de showman y guitarra solista.

El choque entre los hermanos Young y los otros músicos era frecuente. Luego de reemplazar al bajista y al baterista, en abril de 1974 AC/DC comenzó a crecer. Antes de una actuación en Sidney, se resolvió que cada miembro del grupo adoptaría un disfraz. Era una buena forma de llamar la atención para irse ganando un nombre. Cada uno eligió un atuendo y fue la hermana de Angus quien le propuso que se vistiera de colegial. Nunca más abandonó esa vestimenta que pasó a ser el símbolo de la banda. A los pocos meses, luego de un largo período de tensiones, Angus se tomó a golpes de puño con Dave Evans aprovechando una fuerte borrachera de éste y, luego de la pelea, los Young despidieron al vocalista. AC/DC, ya con la canción "Can I Sit Next to You Girl" en el mercado, se quedaba, por primera vez, sin cantante.

El largo camino. Bon Scott, vocalista australiano del grupo los Valentines, había escuchado "Can I Sit Next to You Girl" por la radio. Le gustó pero creyó que la banda tenía una cierta inclinación gay. Scott tenía fama de demente, buscapleitos y, sobre todo, gran bebedor. Desde los tiempos de los Easybeats, los Young se habían cruzado con él y habían congeniado. Cuando le propusieron entrar a la banda, rápidamente entendió que se llevaría bien con Angus, dado que compartía su ácido sentido del humor. Scott era admirador de Lenny Bruce y aportó a la banda un toque de desenfado y transgresión. En su primer concierto se enfrentó a cientos de fans que esperaban a Evans y les recomendó que perdieran toda ilusión de volver a ver al cantante. "La banda lo ha echado porque se ha casado". A poco de iniciar la actuación ya tenía el público en el bolsillo.

En 1974 ingresa el baterista Phil Rudd. A consecuencia de problemas con las drogas y enfrentamientos con Malcolm, lo despidieron en 1983. Más adelante fue perdonado y volvió a la banda. Aún con Mark Evans en el bajo, graban su primer gran éxito "It`s a Long Way to the Top (If You Wanna Rock`n Roll)" ("Es un largo camino hasta la cima (si quieres hacer rock and roll)"). George sabía que Scott había pertenecido a un grupo de gaiteros y le pidió que ejecutara ese instrumento en la canción. Lo que no sabía era que solamente había tocado el tambor en esa banda. Scott puso su mejor esfuerzo hasta que logró ejecutar la parte de gaita que da un sonido particular al tema, aunque siempre le dio dolores de cabeza mantener la correcta afinación. Sus primeros álbumes tuvieron buena acogida y en 1976 firman un contrato con Atlantic Records que los impulsa internacionalmente. En 1977 despiden a Mark Evans, nuevamente por problemas con los hermanos Young, y se integra Cliff Williams, bajista de la banda hasta el presente. El futuro recién empezaba y parecía promisorio.

Sangre y sudor. En esos primeros tiempos la banda se fue consolidando en lo que serían sus principales características: rock duro y directo, sin demasiadas sofisticaciones, apoyado en los muchos riffs (frases melódicas distinguibles) que generaban Malcolm y Angus sobre una base rítmica con precisión de reloj suizo. Enfrentados al rock progresivo, exitoso en aquellos años, apegados a las raíces del rock y reivindicando su simpleza, AC/DC se sentía orgulloso de representar a la clase obrera. Sus letras evitaban cualquier trascendencia social o intelectualismo. Por ejemplo, "The Jack" es la forma que en lunfardo se denominaba a la gonorrea, enfermedad tan popular en esos días de sexo sin ningún tipo de prevención. En "Whole lotta Rosie" Scott relata la historia de una gorda groupie con la que tuvo una aventura sexual. Según declaraciones de los miembros de la banda, en una gira más de cien mujeres pasaban por sus camas.

Sus shows tenían una gran carga de adrenalina y excitación, lo que generaba una extraña comunión entre la platea y los músicos. Litros de sudor bañaban los cuerpos de los músicos, en especial de Angus, que no paraba con sus locas carreras y movimientos descontrolados de cabeza. El músico debía cambiar con frecuencia su clásica guitarra Gibson SG por otra del mismo modelo, o al menos cambiar varias de sus partes, por haberlas arruinado con su transpiración. Muchas veces el guitarrista se tomaba a golpes de puño con algún fan que le había arrojado una lata de cerveza u algún otro objeto como forma de festejar el famoso "paso de pato", copiado a Chuck Berry, que hacía mientras ejecutaba sus solos. Casi siempre, en algún momento del show, se bajaba los pantalones para mostrar su trasero al público.

Por aquellos años también el punk se enfrentaba a los grupos tradicionales. Nick Cave expresó que 1977 fue el año en que combatieron a las grandes bandas y "no vimos a AC/DC de nuestro lado. No se alistaron en la guerra contra los farsantes. Necesitábamos reclutas y ellos no aparecieron". Es cierto, la banda despreciaba el punk, al que Malcolm otorgaba el único mérito de haber terminado con los hippies pero, en contrapartida, varios seguidores del punk también gustaban de la música directa y el lenguaje crudo de AC/DC. A partir de ese año comienzan a tener éxito en Estados Unidos con los álbumes Let there be rock, Powerage y If You Want Blood You`ve Got It, hasta que en 1979 lanzan el disco que los consolida: Highway to Hell. El nombre del álbum es una especie de respuesta sarcástica a los rumores que existían sobre ciertas simpatías hacia prácticas satánicas. Una vez una chica le preguntó a Angus cómo se llamaría la próxima gira y él contestó: "Es una puta carretera al infierno. Es una gira de los AC/DC".

Durante el resto de ese año recorrieron Estados Unidos y Europa. Las ventas se dispararon y la banda comenzó a sentir que había llegado al lugar de privilegio que tanto había buscado. Para 1980 los planes eran acabar la gira en Reino Unido y luego comenzar a grabar el nuevo álbum. Había que aprovechar el momento. Todo hacía creer que AC/DC se convertiría en la banda de rock más importante del mundo. Hasta que, a fines de febrero de ese año, los Young recibieron la peor noticia. Habían encontrado a Bon Scott muerto dentro de un auto.

En Londres, el 21 de febrero de 1980, tal como era su costumbre, Scott salió a beber con amigos. No tomó mucho más de lo que usualmente bebía. Hay testigos de que mientras estaba en el último bar que visitó esa noche, el cantante se encontraba bien. Se retiró del lugar con su amigo Kinnear, que intentó dejar a Scott en casa de su novia, pero al no encontrar a nadie, resolvió llevarlo a su propio domicilio. Cuando arribó a su casa se dio cuenta de que el cantante estaba profundamente dormido. Dada su propia borrachera, a Kinnear le fue imposible sacarlo del auto. Resolvió dejarlo ahí para que durmiera y lo tapó con una manta, teniendo en cuenta el frío que hacía en esa noche de invierno. Al otro día, en medio de su resaca, Kinnear encontró el cuerpo sin vida de Scott en la posición que lo había dejado.

Nueva voz. Si se tratara de otra banda, la muerte de Scott hubiera significado el principio del fin. Con su clásica tozudez los Young sin embargo nunca barajaron esa hipótesis. Sabían que tenían que seguir pero no estaban muy seguros de cómo hacerlo. Se abocaron de inmediato a buscar otro cantante, pero las pruebas fueron tan interminables como decepcionantes. Todos los aspirantes parecían copiar a David Coverdale, cantante de Deep Purple y Whitesnake, al que los Young aborrecían. En medio de las audiciones una voz les llamó la atención. Brian Johnson, cantante de Geordie, la banda de Newcastle, tenía una potente y ronca voz, amaba el soul y el blues, era afecto a las bromas, le gustaba la cerveza y podía pasar horas jugando a los dardos en largas noches de pub. Parecía perfecto. Lo que nadie podía suponer era que, luego de esa incorporación, en pocos meses grabarían su mejor álbum.

De portada totalmente negra con letras en relieve, elección que causó múltiples problemas con el sello grabador, el nombre proyectado para el disco sorprendió a los colaboradores más cercanos. Cuando el productor Robert Lange se enteró, preguntó a Angus si no lo consideraba un poco siniestro. "No, porque es nuestro homenaje a Bon." Back in Black (1980) se constituiría en uno de los álbumes clásicos del rock. Era una excelente colección de canciones y un sentido tributo al compañero caído. El disco incluyó varios hits: "You Shook Me All Night Long", "Hells Bells" o la propia "Back in Black". Hasta el presente ha vendido más de cuarenta millones de copias y figura entre los discos más exitosos en ventas de la historia.

Desde entonces comenzaron las largas giras de promoción, donde el grupo acompañado por una gigantesca campana que, con enorme esfuerzo, colocaban en medio del escenario para que sonara en "Hells Bells". Johnson tuvo su bautismo de fuego en esos primeros recitales y pasó momentos difíciles al deber enfrentar el recuerdo de Scott en los temas clásicos de la banda. Había aprendido tantas canciones en tan pocos días que las letras se le mezclaban y tuvo un incidente con Malcolm cuando cantó dos temas diferentes con la misma letra. Con el correr de la gira su potente voz, su figura de peleador callejero y su clásica gorra pasó a ser un nuevo signo distintivo del grupo, tanto como los furiosos riffs de los hermanos Young, el loco baile de Angus o la perfecta sincronización de la base rítmica.

Fidelidad. En los últimos treinta años, AC/DC ha grabado una decena de álbumes. Si bien algunos de ellos no se encuentran entre lo mejor de su producción, siguen fieles a sí mismos. Nunca quisieron ser una banda progresiva ni de rock sinfónico, odiaron al movimiento glam y no se sintieron afines con el punk. En un momento se los quiso acercar al heavy metal pero también la respuesta fue tajante: "El heavy metal para nosotros siempre se trataba de cinturones con tachuelas y cueros y maquillaje y mechas en el pelo y mallas de lycra. ¡El heavy metal siempre fue una basura!", declaró Malcolm.

Aborrecer rótulos y buscar sus raíces dentro de la simpleza fue lo que los convirtió en originales. Todos sus integrantes reconocen, como compañeros de ruta y maestros, a aquella banda que George y Malcolm vieron tocar en Australia en el `73 y que les mostró el camino a transitar. Un cierto orgullo debió ganarlos cuando, en una conferencia de prensa, Keith Richards reconoció que admiraba el trabajo de los hermanos Young y aún más cuando, ante esa aseveración, un periodista le preguntó si se consideraba fan de AC/DC. Richards respondió con un lacónico "Sí, lo soy" pero Jagger completó la respuesta "¡Sí, y los escucho toda la puta noche!".

viernes, 8 de abril de 2011

Medio siglo de "Bomarzo".



MANUEL MUJICA Láinez nació en Buenos Aires en 1910 y murió en 1984 en su finca "El Paraíso", de Córdoba, Argentina. Fue el vástago de una familia ilustre cuyos ancestros llegaron hasta Juan de Garay, el fundador de Buenos Aires. De los 13 a los 15 años estudió en París mientras su familia viajaba por Europa. A los 22 años ya era redactor del diario La Nación, la voz de la oligarquía argentina, y en 1949 apareció su primer libro de relatos, Aquí vivieron, al que siguió un volumen precioso, Misteriosa Buenos Aires. Luego, tras una casi media docena de novelas que fueron afianzando su prestigio de narrador ameno y diestro, en 1962 dejó caer en el planeta literario el aerolito llamado Bomarzo. Ese mismo año aparecerá también (opacada por el triunfo clamoroso de la novela) su traducción de 50 sonetos de Shakespeare. A partir de ese momento, y hasta 1984, publicará nueve novelas más, la traducción de la Fedra de Racine, dos tomos de crónicas periodísticas y varios libros de cuentos, el último de ellos -titulado Un novelista en el Museo del Prado- el mismo año de su muerte. Pero, ni tan siquiera su canto de amor al Colón de Buenos Aires en el magnífico fresco El Gran Teatro, nada igualará ni sobrepasará el cénit que significa Bomarzo, aquella obra donde dejó su impronta indeleble de deicida, para asumir la terminología de Vargas Llosa.

MONSTRUOS Y DEFORMES. Bomarzo es una novela que de algún modo se inscribe en una tradición ya homologada por la crítica literaria, que arranca con El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde en 1886, o quizás incluso con Nuestra Señora de París, de Víctor Hugo, en 1831, y continúa con El retrato de Dorian Grey, de Oscar Wilde (1891), Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand (1897), Orlando, de Virginia Woolf (1928), El enano, del premio Nobel sueco Par Lagerkvist (1944), y El tambor de hojalata, de Günter Grass (1959), publicada esta última tres años antes que la novela de Mujica Láinez. Esta es una línea de pensamiento muy rica en posibilidades de investigación: cómo es que la teratología, o sea la especialidad que estudia las causas de las malformaciones, se convierte en cantera literaria. Pero no por el procedimiento de la sátira inventora de criaturas quiméricas, como en el Gulliver de Jonathan Swift, o la novela gótica con ribetes científicos, al estilo del Frankenstein de Mary Woolstonecraft Godwin, la esposa de Shelley, y ya en el siglo XX la variante esotérica representada por El Golem de Gustav Meyrink.

El tema es que se le dé protagonismo humano, demasiado humano, a lo teratológico nuestro de cada día, al monstruo y al deforme, dos categorías distintas y no por cierto siempre homologables. Una obra de teatro de Buero Vallejo, Casi un cuento de hadas, propone la solución dual del monstruo deforme, el príncipe Riquet el del copete, interpretado por dos actores, uno caracterizado como de mala constitución física, cargado de espaldas y pavoroso; y el otro hermoso y gallardo.

EL HIJO DE SU TIEMPO. Cabe preguntarse por qué necesitó el autor recargar a Bomarzo con tanto lastre historiográfico. No tenía necesidad alguna de demostrar que era un conocedor de la época. Y el narrador, Pier Francesco Orsini, tampoco tiene necesidad alguna, cada vez que se tercia, de andar repitiendo que no se exculpa ni justifica, porque en su época las cosas sucedían así. Basta imaginarse unas hipotéticas memorias de César Borgia, en las que a cada instante se lavase las manos de sus crímenes disculpándose con que eran cosas de esos tiempos. Si Mujica Láinez hubiera estado seguro de su personaje, no lo habría hecho reivindicarse tantas veces "hijo de su tiempo", de ese modo retórico que lo hace: los lectores de Bomarzo lo percibirían a más tardar tras el asesinato de su paje. Como perciben el latido de la Francia profunda los lectores del díptico de Heinrich Mann sobre Enrique IV, mediante la mera mención de sucesos. El fresco de Mujica Láinez recuerda más El bosque de la larga espera, de la neerlandesa Hella Haasse, su obra capital sobre la vida del rey poeta Carlos de Orléans: polícromo, vistoso... y plano, plano como un gobelino. Siendo así que a Bomarzo le habría convenido mejor un bajorrelieve.

CERVANTES Y PEDRO DE MENDOZA. Es conveniente contar lo incontable, es decir, el argumento de Bomarzo. Porque en rigor no lo hay. Es un relato narrado en primera persona por el segundón del Ducado de Bomarzo, el giboso Pier Francesco, quien accede al título y a las posesiones ducales gracias a que el primogénito, y por tanto mayorazgo, muere en circunstancias que son indirectamente imputables al protagonista. Todo el relato se reduce a una relación puntual -demasiado recargada- de la vida de este Orsini, familiarmente llamado Vicino, y de las intrigas y los crímenes que siempre lleva a cabo por interpósita persona, para alcanzar sus fines. Es decir, un hombre renacentista, poeta y traductor del latín, bisexual, armado caballero por el emperador Carlos V en Bolonia, y espectador participante en la batalla de Lepanto, poco después de la cual, y cuando decide retirarse a llevar una vida de eremita, lo envenenan: un destino muy renacentista.

Antes de la batalla, en Nápoles, conocerá a un camarero del cardenal Aquaviva y Aragón, un tal Miguel de Cervantes, que le regala un libro de Garcilaso. Y en Bolonia, por cierto, cuando acude allá a la coronación del emperador, Pier Francesco conocerá a don Pedro de Mendoza, de la casa del Infantado, y en la página 253 del relato deja dicho algo que actuará como boomerang sobre su artificio narrativo: "Algunos años después supe que había fundado una ciudad, Buenos Aires, por los extremos australes de América".

Hay una errata imperdible en este párrafo cuando concluye diciendo que "se le distinguía la calidad en los desmanes", en vez de decir que se le notaba la nobleza en sus ademanes. Así se lee en la edición de Seix Barral, Barcelona, 2009, 4ta. reimpresión.

EL "YO" DE LA NOVELA. El narrador, Pier Francesco Orsini, el giboso heredero del señorío de Bomarzo, nacido en 1512 y muerto en 1572, un personaje arquetípico de la clase noble italiana del siglo XVI, es una falacia narrativa, y a nuestro modo de ver Mujica Láinez no estaba tan seguro de ese personaje suyo. En la penúltima página de la novela, cuando él mismo describe su muerte (y ya eso debería abrir los ojos), hace punto y aparte a un nuevo párrafo y escribe: "Yo he gozado del inescrutable privilegio, siglos más tarde -y con ello se cumplió, sutilmente, la promesa de Sandro Benedetto [quien diseñara su horóscopo], porque quien recuerda no ha muerto-... Yo he gozado del inescrutable privilegio, siglos más tarde, repito, de recuperar la vida distante de Vicino Orsini, en mi memoria, cuando fui hace poco, hace tres años, a Bomarzo, con un poeta y un pintor, y el deslumbramiento me devolvió en tropel las imágenes y las emociones perdidas". Y continúa: "En una ciudad vasta y sonora, situada en el opuesto hemisferio, en una ciudad que no podría ser más diferente al villorrio de Bomarzo, tanto que se diría que pertenece a otro planeta [es obvia la referencia a Buenos Aires], rescaté mi historia, a medida que devanaba la áspera madeja viejísima y reivindicaba, día a día y detalle a detalle, mi vida pasada, la vida que continuaba viva en mí". Y concluye: "Así se realizó lo que me auguró en Venecia, por intermedio de Pier Luigi Farnese, una monja visionaria de Murano, a quien debo esta profecía que ninguno de nosotros entendió a la sazón y que atribuimos a su mística locura: `Dentro de tanto tiempo que no lo mide lo humano, el duque se mirará a sí mismo`".

La lectura atenta de este párrafo dice que el narrador de esta novela no es Pier Francesco Orsini, sino Manuel Mujica Láinez, y el hecho de que la novela la publicase Mujica Láinez no convierte lo dicho en una verdad de Perogrullo. Porque lo cierto es que Mujica Láinez estuvo por primera vez en Bomarzo el día 13 de julio de 1958, acompañado por el pintor Miguel Ocampo y el poeta Guillermo Whitelow, como lo dice expresamente en la dedicatoria del libro. De manera que el "Yo" del párrafo que acabo de citar es él, Mujica Láinez, y lo que intenta, por medio de ese ardid de carpintería narrativa, es vender la superchería de que en su interior habitaba la memoria del duque de Bomarzo, y que el deslumbramiento que siente en su jardín etrusco es el que pone en marcha esa singular búsqueda suya de un tiempo perdido. Pero de un tiempo perdido en el que no faltan referencias tan anacrónicas, para alguien que vivió en el siglo XVI, como por ejemplo la figura de Paulina Bonaparte y el paralelo personal que hace con el contrahecho Toulouse-Lautrec, o haber leído un poema de Victoria Sackville-West, o la existencia de países comunistas, para mencionar nada más que estos botones de muestra: todas esas referencias pertenecen a la memoria de Mujica Láinez, no a la de Pier Francesco Orsini.

Por lo cual se vuelve un tanto penoso el recurso decimonónico del que echa mano con tanta frecuencia en el relato: "Quizás no haya olvidado el lector", "como ya he escrito y repito para que se entienda bien", "Como éstas son las memorias sinceras [aquí nos podemos permitir una sonrisa de complicidad] de un señor cautivo del Diablo y no una novela pornográfica", "Que el lector no refunfuñe y trate de comprenderme", etc., todas las cuales se vuelven obsoletas y como parches superfluos cuando en la página 273 se lee, a propósito del horóscopo donde se le vaticinaba que iba a vivir eternamente: "Aquí estoy yo, vivo, en mi casa, escribiendo en mi biblioteca, para atestiguar que por lo menos en un caso, sensacional por su única rareza, los que escrutan el cielo y coordinan su posición con el destino de los hombres, son capaces de deducciones sorprendentes". Con ello se llega al regreso del boomerang antes mencionado, porque el escenario -la biblioteca de Bomarzo- no es precisamente la "ciudad vasta y sonora, situada en el opuesto hemisferio" y "que no podría ser más diferente al villorrio de Bomarzo", pero donde sabemos, por el propio narrador, que se escribieron tales memorias.

La conclusión es que el horóscopo sobre la vida eterna de Pier Francesco Orsini es el emblema oculto de una orgullosa convicción interior de Mujica Láinez: el personaje creado por él iba a ser todo lo inmortal que se puede ser en el mundo de la literatura, o al menos de la latinoamericana, y de ser ello cierto, la predicción no andaba muy equivocada. El Duque de Bomarzo quedó anclado en el reparto de los personajes claves de esa literatura, empezando por el Tirano Banderas y don Segundo Sombra, siguiendo por Doña Bárbara y Arturo Cova, y yendo a concluir con Pedro Páramo, el doctor Díaz Grey, el coronel Aureliano Buendía y La Maga.

Cuestión de acentos
MANUCHO, como todo el mundo lo llamaba en Argentina, "escribió sus apellidos sin acentos y así publicó todos sus libros". Pero a los efectos de la fonética es evidente que no importa si publicó todos sus libros con sus apellidos sin acentos, sino cómo era que él mismo los pronunciaba o cómo los pronunciaban los demás, puesto que la escala abarca desde el Mújica Lainéz hasta el Mujíca Laínez pasando por el Mújica o Mujica Láinez, e incluso el Mújica Laínez, como lo llama dos veces José Donoso en su Historia personal del "boom". (Había además una variante jocosa, alusiva a su condición homosexual: La Inés Mujica, pero de sobra sabemos cómo es de miserable el mundo de los artistas; basta recordar el comportamiento de Quevedo, comprando la casa donde vivía Góngora, para darse así el gusto de desahuciarlo).

Con Lezama y Donoso
SI ALGUIEN abordara la tarea de leer en paralelo Bomarzo y Paradiso, de Lezama Lima, comprobaría que sus textos no tienen nada en común, sino un par de nombres idénticos que salen a relucir en ambas novelas. Dos de esos nombres son Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán, y don Juan de Austria. Algunos otros más adelante los del concilio de Trento e Hipólito del Este con su célebre escalinata; Leonardo da Vinci y César Borgia; la región de Etruria (donde se asienta el territorio del ducado de Bomarzo) y Benvenuto Cellini, de quien será amigo Pier Francesco; y en fin, el linaje de los Austria (que Lezama Lima llama los Habsburgo) y el libro Il Cortigiano, de Baldassare Castiglione. Hay asimismo alguna frase en Paradiso que, sin cambiarle ni una coma ni un acento, podría figurar congruentemente en Bomarzo. Pero el descubrimiento mayor que puede hacerse releyendo estos libros sería recordar el jardín de los monstruos -en este caso de carne y hueso- de La Rinconada, en El obsceno pájaro de la noche de José Donoso, que es de 1970, de manera que la lectura de Bomarzo (suponemos que la leyó, y desde luego la menciona en su Historia personal del "boom") debe de haberle inspirado alguna que otra imagen.