Magnetismo y gravedad.

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lunes, 20 de septiembre de 2010

Desmemoria artistica del desastre de '85.


Hoy se cumplen 25 años del trágico terremoto ocurrido en nuestro país. Aquel jueves de 1985, el sismo sobrevino a las 7:19 horas con una magnitud de 8.1 grados en la escala de Ritcher, y una duración de más de dos minutos, superando en intensidad y en daños al sismo del 28 de julio de 1957, también en la ciudad de México.

El número de víctimas del movimiento telúrico de 1985 se calculó en alrededor de 10 mil muertos, cifra que para algunos fue “ofensivamente desinflada”.

Sin embargo, ¿qué queda de aquel desastre en la conciencia colectiva? ¿Hubo un arte de los sismos? ¿Se puede llegar al olvido sin impunidad?

Tales cuestiones son algunas de las planteadas en torno a las que reflexiona el escritor Ignacio Padilla (ciudad de México, 1968), autor del ensayo Arte y olvido del terremoto, galardonado con el Premio Luis Cardoza y Aragón de Artes Plásticas 2008, y publicado por la editorial oaxaqueña independiente Almadía.

Para el escritor, “desde el aspecto creativo fue muy poca la atención de los artistas hacia el sismo del 85. Aunque su participación fue variada y generosa, suele vérsele ensombrecida por una suerte de histeria solidaria, inmediatista e indolora que no produjo obras literarias, plásticas o cinematográficas memorables.

“Pocas fueron las obras artísticas que condujeron a la creación de un acervo sustancioso a la altura de los acontecimientos. Con sus excepciones, el gremio no generó un corpus artístico que permitiera a la nación experimentar su catarsis necesaria e instaurar la auténtica memoria del desastre”.

En charla con La Jornada, Padilla explicó que su interés es reflexionar “de manera crítica sobre la necesidad de comprender la relación entre memoria y olvido de las catástrofes históricas, cuyas huellas influyen todavía sobre el ser colectivo en un mundo sumamente interconectado.

“Más que de la memoria, el volumen trata sobre la ausencia de obras artísticas, incluso lo literario, generadas a partir del trágico suceso.”

Padilla toma dicha cuestión como base para teorizar en torno a “cómo olvidar sin impunidad”, reflexión que actualmente –explicó el autor– es una de las preocupaciones del pensamiento crítico mundial, que ha tomado otras experiencias traumáticas colectivas, como la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, el 11 de septiembre de 2001, los desaparecidos por la Junta Militar en Argentina, el golpe de Estado chileno y la dictadura de Augusto Pinochet; hasta el reciente terremoto ocurrido en Haití, tragedia que aún esta pordecantarse en la memoria y el olvido.
Para Padilla, el saldo de los temblores de 1985, lo que costó en víctimas y daños materiales, “no se instaló en nuestra memoria como castigo de la ira divina, ni como venganza de la naturaleza. En su momento tuvo rostros, nombres, culpables que quedaron impunes. Los 10 mil muertos, cifra ofensivamente desinflada, fue también ilustrativa del altísimo precio que por décadas debió pagar nuestra nación sin cuenta de corrupción, burocratismo, criminal especulación inmobiliaria, nula planeación urbana y abierta negligencia de los líderes de la revolución institucionalizada para encauzar recursos a un sistema efectivo de prevención de desastres.

“La catástrofe sísmica también sirvió para exhibir miserias que hasta ese día se mantuvieron en la oscuridad, como la muerte de docenas de costureras que trabajaban en las maquiladoras y la caída del edificio de la Procuraduría General del Distrito Federal que sacó a relucir cuerpos de ciudadanos encajuelados, torturados y aniquilados por el siempre eficaz sistema judicial mexicano.”

Para Padilla, la fotografía y la crónica testimonial de los hechos, considerados ante todo como géneros periodísticos, “son insuficientes para generar una memoria estética y transformadora de las grandes catástrofes del siglo XX”.

Inspirado en el trabajo de autores como Sebald y Susan Sontang, quienes han alzado puentes entre arte, memoria y olvido, Padilla ubica su reflexión en la representación del dolor en el arte mexicano y en su derivación hacia lo que se produjo durante y después del 19 de septiembre de 1985.

Padilla retoma los planteamientos de Sontang y de Sebald y analiza el olvido que implica “la desmemoria, la negación de una experiencia traumática colectiva que no ha sido resuelta ni enfrentada, y que sólo ha sido registrada por la supuesta objetividad del periodismo”, y propone otro tipo de olvido, “uno sin impunidad”.

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